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Amavida
Municipio de España en la Provincia de Ávila, perteneciente a la comunidad de Castilla León, ubicado en el Valle Amblés, a los pies de la Sierra de Villatoro, entre la sierra de Ávila y el río Adaja.
Su altitud geográfica es de 1164 metros respecto al nivel del mar, y engloba una superficie de 14 km2.
Dista de la Capital, a 33 Km., por la carretera N-110 de Soria a Plasencia (km.288).
Cuenta con un anejo, Pascual Muñoz, situado a menos de 1 km.
Monumentos
- Iglesia de San Juan Bautista del siglo XV, originariamente gótica, dedicada a la devoción de San Juan Bautista. Construida en sillarejo y con grandes sillares de granito en las esquinas, tiene a sus pies una potente torre con cuatro vanos para las campanas.
Se accede por una portada situada en el muro sur protegida por un portalillo formado por dos columnas de piedra.
El interior es de una sola nave y está cubierto con un sencillo artesonado.
Pequeños retablos adornan el muro lateral del cuerpo de la iglesia.
En el presbiterio luce el retablo mayor del siglo XVIII, de influencia churrigueresca, decorado con columnas salomónicas que dividen el cuerpo en tres calles con tres hornacinas.
La central alberga la imagen de San Juan Bautista. En el ático un Cristo Crucificado, entre el sol y la luna, corona el conjunto.
- Monasterio de Nuestra Señora del Risco construido en el siglo XVI en el lugar de una antigua ermita y junto a un gran peñasco en el que se encuentran interesantes petroglifos. De su riqueza y monumentalidad sólo queda en pie la torre de si iglesia. (Historia)
- Ermita de Nuestra Señora de Izquierdos del siglo XVI, de mampostería con un pequeño pórtico protegiendo la puerta de entrada, está situada junto a la carretera entre Amavida y Muñotello.
Tiene dos pequeños edificios adosados a los pies, uno que sirve para almacén y otro que servía en otros tiempos para albergue de peregrinos.
Fiestas
- Romería de la Virgen de Izquierdos. El Sábado antes del tercer Lunes del mes de Septiembre.
- Fiestas de verano patrocinadas y organizadas por la A.C. Peña el Risco. Primera semana de Agosto.
Historia
Aunque es posible que las primeras personas que merodearan por esta zona fueran cazadores del Paleolítico, los primeros vestigios de ocupación humana los encontramos en el abrigo natural conocido como “Casa de los Moros”. Allí, en una prospección arqueológica, se encontraron pequeños restos de cerámica de la época de la Edad del Bronce, de hace más de 3.000 años.
Aunque en su término no se ha encontrado ningún vestigio de ocupación celta, es probable que fuera una zona de pasto, ya que tanto en Villanueva como en Villatoro y Solosancho, han aparecido toros y berracos de piedra que nos indican las zonas de dominio de la cultura bachea.
Prácticamente todos los pueblos del valle ya existían en tiempos de los romanos, aunque simplemente se tratara de pequeños caseríos. Toda la zona de la cabecera del valle estaría bajo mando de una villa romana que se encontraba no muy lejos de la actual ermita de Izquierdos. Toda esta zona, en todo caso, parece que tenía una escasa población, tanto en esta época como en tiempo de los visigodos. Esta escasa densidad de población perduraría incluso durante la ocupación musulmana, contradiciendo la teoría de su despoblación en esta época.
El hecho fundamental que va a cambiar el poblamiento de esta zona es la toma de Toledo en el año 1085, por las tropas al mando de Alfonso VIII. Para consolidar las conquistas, el rey manda venir a esta zona a pobladores del norte de la Península. Navarros (Naharros del Puerto), Vascos (Echavida, antiguo nombre de Amavida), del norte de Burgos (Anguas, despoblado entre Muñotello y Muñana) o vasconavarros (Izquierdos, otro despoblado que conserva su ermita y que se llamó Esquierdos).
Durante los siglos XII y XIII, los pobladores del Alfoz (antecedente de lo que hoy sería provincia de Ávila) se dedicaron a hostigar a los musulmanes en campañas que pretendían obtener botín fuera de las épocas de cosecha. En estas campañas va a surgir una caballería villana que se va a convertir en la clase nobiliaria que va a dominar tanto el concejo de Ávila como los señoríos (feudos) que el rey les otorgue.
En 1303 se funda Villatoro bajo la propiedad de Blasco Blázquez, del linaje de los Dávila, que lo convierte en mayorazgo. Alfonso XI lo convierte en señorío para la familia del obispo Sancho Dávila. El señorío comprende la villa de Villatoro y las aldeas de Anguas, Izquierdos, Amavida, Solana (Barrio junto a Amavida), Mengamuñoz, Muñotello y Pradosegar, estas últimas fundadas probablemente en el primer tercio del siglo XV. En el siglo XVIII aparece como titular del señorío la Duquesa de Astorga y, posteriormente, los Condes de Parçent.
Amavida nace en la Edad Media con el nombre de Echavida. Desde sus orígenes formó parte de la tierra de Villatoro, señorío de la casa de Villatoro y Navamorcuerde, hasta finales del siglo XVI, y de la Casa de Velada, desde el siglo XVII hasta la disolución de los señoríos en el siglo XIX.
Las condiciones de vida durante el periodo que va desde los orígenes del pueblo hasta la desaparición del señorío y, por consiguiente, la formación de un ayuntamiento propio en 1833, fueron muy precarias, aunque son prácticamente las mismas que conocieron nuestros padres hasta la década de los sesenta del siglo XX.
Las principales actividades eran las relacionadas con el campo.
Camilo José Cela en su libro "Judíos, Moros y Cristianos", relata sus andanzas por el Valle Ambles y su paso por Amavida...
[...] La noche cayó sobre el vagabundo frente al camino de Muñana, y el vagabundo, al pie de unos álamos negrillos, cayó rendido sobre el santo suelo. Contra todos los pronósticos, el vagabundo no soñó nada aquella noche.
El vagabundo, a la otra mañana, se despertó aún a oscuras, y los primeros claroles del día fueron a acariciarle pasando por el Gran oasis, cerrado, de tan temprano como era, a cal y canto. El Gran oasis, en término de Amavida, no es una venta, ni un parador, ni una posada; el Gran oasis, aunque parezca raro, es una pastelería. Su dueño, el repostero Pedro Martín, que es viejo amigo del vagabundo, estudió en Alcázar de San Juan las difíciles artes de las tortas, practicó en Madrid los cautelosos temples del oficio de confitero, e hizo la guerra del 14 con los americanos, en la dulce Francia. Después, en la corte de España, abrió un establecimiento de bello nombre, La flor de Castilla, hasta que, nostálgico y harto del mundo y de sus vanidades, eligió, como fray Luis de León, la solitaria y escondida senda de la sabiduría y fundó el Gran oasis.
El hombre trabaja en lo que sabe y vive donde quiere, aquí no hay engaño. El que la oveja, el grillo y el verderol no compren pasteles, no es culpa suya; tampoco lo es el que los niños, las muchachitas en agraz y los padres de familia en mañana de domingo, pueblen las latitudes que a él no le gustan. Hay cosas de las que no se puede culpar a nadie, ésa es la verdad.
Una mala mañana, el pastelero Pedro Martín, en compañía de su colega de Béjar el señor Cela, se llegó a dejar unos postres en el vecino pueblo de Serranillos _ en las primeras trochas de Gredos y las últimas de la sierra de Mijares_ con tan mala fortuna que se le fue un pie entre dos peñas y allá rodó, envuelto en su manta y rebozado en su merengue y en su crema, hasta que San Cristóbal, patrono de los caminantes, y el señor Cela, dulcero bejarano, pudieron liberarlo de tan duro trance. A poco más, se mata.
Muñotello y Pradosegar, a un lado y Amavida y Poveda al otro, son pueblecitos de colina y sosiego, caza de pelo y cereal, tierra pobre y cielo azul y dilapidador. Los de Muñotello, en un alarde de imaginación y democracia, llaman río del Pueblo al río que pasa por el pueblo. Los de Pradosegar, los pastores y los cazadores de Pradosegar, pescan la anguila en el arroyo de los Tejas, que baja de la Serrota. Los de Amavida, los labriegos y los leñadores, los hombres que fueron cabos en Melilla y los mozos sin historia, los carreteros y los taberneros y los quintos de las quintas, que rezan a Nuestra Señora de Izquierdos, ramonean la encina, cuando pinta en oros, por el monte Moheda. El Adaja cruza, camino de Ávila, por los tres términos. Poveda, en su pobreza, por no tener, no tiene ni un recodo del río Adaja en que mirarse.
El vagabundo, en Villatoro, palpa, emocionadamente, los lomos de los toricos ibéricos de la plaza, que son duros y humildes como soldados y que saben más historia de España que nadie. [...]
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